sábado, 19 de julio de 2014

1/ 12 de hora

 por @Evaysol

Los cinco minutos más difíciles del día tienen tu nombre.
Te pienso entre sueño y vigilia, todavía adormecida en  esta cama- refugio que antes sabía tener tu mitad. Como yo.
Durante cinco minutos se proyecta en mi mente la película del “por qué no pudimos”, el cortometraje del adiós, la saga del desencuentro.
Y mi cabeza se llena de los sinsabores y el fracaso. Ese de los dos.
Pero vienen tu sonrisa y tu abrazo, los innumerables motivos que te hacían único y compañero, mi segunda piel, la complicidad, el dueño de mi deseo.
Todavía dolés hasta los huesos por esos cinco minutos eternos. Después voy tapando de lógica  tu ausencia, de canciones nuevas que jamás escuchamos. Tu silencio.
Cinco minutos que arden de una forma que sólo puede describir el que probó después de la miel la amargura de la derrota.
Cinco minutos que quiebran las ganas, apagan las luces, enfrían el cuerpo.
Cinco minutos como cuchillos clavados a traición.
Como flores que se marchitan a destiempo.
Como promesa deshecha.
Como aguacero finito de invierno.
Como cuando se te escapa de la mano un sueño.
Como cualquier noche sin luna.
Como yo sin vos.

miércoles, 30 de abril de 2014

Como si me leyeras


Agradecimiento especialísimo a @genrus quien, 
con mucha generosidad, diseñó y 
nos brindó la imagen que acompaña al texto. 
¡Gracias, querido amigo!


Por Silvina Godoy


Y ya no estoy triste, casi nunca estoy triste...



Todavía escribo como si me leyeras.
Palabras tímidas y elegidas para no intimidarte, para no estar más desnuda que nunca ante tus ojos.
Como si importara.

Todavía escribo como si esta fuera una de esas historias maravillosamente mágicas. De esas que en una décima de segundo tienen un giro inesperado que desemboca en un final feliz: el mismo abrazo.

Guardo apariencias y desbordes en cantidades iguales dentro de esos mismos casilleros donde tal vez ya sea  hora de guardar las esperanzas de verte, las ganas de tocarte.
Mientras tanto hasta la más mínima molécula de vos me revive. No importa qué significado encierre.  Mientras tanto todavía te sueño en las situaciones más diversas y anti románticas del mundo. Y amanezco con tu perfume y tu voz acariciándome, aunque ya no te lo cuente.

Cada vez son más las partes que callo y quizás lo sepas. Como quizás intuyas que todavía te espera cada centímetro de mí a riesgo propio, sin tristezas ni prisas. Con esa calma dulce que antecede a los grandes encuentros. O a las desilusiones. 

No hace falta aclarar que no se trata de amor, si ya lo sabemos, si ambos lo tenemos. Es otra cosa que no tiene nombre y no faltará aguafiestas que diga que no existe.  Pero existe y, aunque desprolijamente, nos une.

Cuántos rótulos nuevos te irá poniendo la vida en mi álbum de fotos. 
Cuántas imágenes seguirán pasando de lejos y a la vez tan cerca.
Cuántas veces más me apoyaré en tu invisible mano para sobrellevar un mal trance.
Cuánto tiempo pasará hasta que deje de extrañar tus besos, si acaso alguna vez suceda.
No lo sé. 
Mientras tanto todavía escribo como si me leyeras.
Como si.
  
Todavía.

lunes, 21 de abril de 2014

Días de sol





Un día despertaste y tuviste que llevar a tu hijo o hija a su primer día de jardín de infantes. Te aferraba fuerte con su mano para que no lo sueltes. Hoy, en retrospectiva, parece que el tiempo pasó demasiado rápido. Y, de pronto, estás delante de las puertas del colegio secundario con una versión crecida de ese pequeño. Quizás también tenga temores pero ya no te aprieta la mano. Apenas te da un beso de despedida y se  adentra a ese nuevo mundo de la preadolescencia.
¿Cuándo fue que  se hizo “grande” y ya no te necesita para matar monstruos por él?

No es nostalgia, tampoco tristeza. Es contemplar con extrañeza el resultado del paso del tiempo. Es mirar hacia atrás y suspirar orgullosa de algo tan simple como delicado: ser testigo, partícipe y compañera (madre, en resumen) de ese ser otrora indefenso. Hoy camina a su paso;  tu niño, tu niña.

Y llegan nuevos desafíos, otros amagos de libertad, problemas de colores diferentes. Te sueltan de a poco; empiezan bajito y van ganando altura como esas aves medio torpes y desplumadas que recién se inician en el oficio del vuelo, apropiándose del cielo.
Algunas veces sólo podés mirarlos desde abajo y abrir las manos y los brazos por si acaso se caen. 

Qué empresa tan delicada e interminable es guiar, contener y cuidar sin soslayar su individualidad.

Un día, con un nudo en el alma, comprendés que ya no sos su primera opción para hablar de lo que sienten, lo que les pasa; cuando sabés (porque las mamás sabemos) que no tuvieron un buen día pero no quieren contártelo a vos.

Pero todo se equilibra naturalmente el día que coinciden en una charla «más de adultos». Y otro día caés en la cuenta que las sombras de los dos cuando caminan a la par bajo el sol son exactamente de la misma altura.  Quizás sea el universo obrando su magia el que te hace algo más chica a vos y los agranda otro poco a ellos para ponernos siempre juntos.

Y sonreís deseando que siempre sean más los días de sol.

viernes, 3 de enero de 2014

Me gusta todo lo tuyo





Cuán delicada y sutil es la línea que divide un secreto de una confesión; un suspiro de un gemido, una insinuación de un desliz, tu piel de la mía, tu aliento de mi cuello y tus palabras de mis silencios. Lo nuestro, por prohibido, no tiene arreglo. Somos cualquier rincón a media luz a la espera de ser habitado por nuestros cuerpos. Pero si soy completamente honesta: yo vuelo con alas prestadas, sé muy poco de tu piel y aún no te conozco las ganas.

Sin embargo tú has visto los bordes de mis caderas, el color de mis senos, la humedad de mis labios, el brillo de mis ojos y hasta conoces ese sonido, sí ese que hago cuando estoy por explotar, mientras se me escapa tu nombre enredado en mi palpitar.

Pero es que yo no tengo salvación, adorado mío. Me gusta todo lo tuyo hasta lo que aún no me enseñas. Entonces yo te imagino amoldado a mi piel, tus dedos entrelazados con los míos. También tengo fantasías con tus palabras. Quizá sea porque adoro tu voz. Te sueño hablándome sucio, manchado de pasión; te siento dejándome huellas, marcándome las entrañas.

Voy por la vida con los ojos tapados y pájaros anidados en mi cabeza desde el día en el que dejé que me sucedieras.


lunes, 16 de diciembre de 2013

La chica que no sabe llorar





La rutina está construida de pequeños rituales. Se repiten uno tras otro, día tras día. Se deslizan silenciosos, encuentran su lugar. Se acomodan. El paso del tiempo les da peso.  Los asienta y los cimenta.
La rutina se convierte en un muro construido ladrillo a ladrillo. Sostiene y estructura. Porque es en la estructura donde se está a salvo. Aunque no haya vestigios de sorpresa. Ni frescura o espontaneidad. Mantenerse impávido es, a veces, una forma de sobrevivir.

Todos los días ella hacía un ritual más dentro del ritual. Un ladrillo que, a su vez, la sostenía. A la misma hora se sentaba frente al televisor y sintonizaba el mismo canal para mirar historias de amor, desengaño y reencuentro. Se emocionaba con otras vidas, se conmovía con tristezas ajenas, lloraba otras lágrimas y hacía suyos muchos dolores ajenos.

Reunía alrededor de aquella hora a toda la empatía del universo. Convocaba a la alteridad. Y al terminar, apagaba el televisor y retomaba su vida donde la había pausado.

No había (desde hacía mucho tiempo) lágrimas por sus frustraciones, sus amores truncos o sus propios desengaños. Ya no lloraba sus pérdidas y sus duelos eran cortos. Nunca fue consciente de que sólo era capaz de llorar ese tiempo que duraban las novelas que veía en la televisión.  
Así resistía sus propias penas,  drenando su dolor de lunes a viernes a las 16 hs.

Y esta es la breve y triste historia de la chica que lloraba por otros porque no sabía llorar por ella.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Soneto al mal humor




El malhumor enfría la madrugada.
La mañana se acerca, presurosa,
para que el sol derrita esa modosa
manera de decir que somos nada


que usa la vida. Cae, cautivada,
el alba ante la lucha más añosa:
la del hombre con su alma pesarosa.
Sigue, entonces, la pasión enojada


hasta que el sol olvida al mediodía.
La noche no consigue mejor suerte.
El cansancio se adosa a la porfía


y la combinación hace más fuerte
a la iracundia. Quizás no haya alegría
para los que descreen de la muerte.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Volvemos





El espíritu —o ingenio, o genio — de la escalera (conocido en francés como L’esprit de l´escalier), son los diferentes nombres para un curioso fenómeno que todos hemos experimentado alguna vez.

Ocurre durante un diálogo —esos que a veces parecen monólogos—; una discusión —esas que a veces parecen perpetuas— donde, de alguna forma, queremos exponer nuestra manera de pensar,  lo que somos, lo que necesitamos, pensamos u opinamos.  Ansiosos, levemente torpes; preocupados más por no perder el hilo ni la coherencia que el argumento, dejamos escapar la respuesta que culminaría la batalla verbal con una estocada.

Cuando la discusión eventualmente termina, o cuando uno se retira, justo en ese instante donde la misma empieza a ser parte del pasado, aparece una secuencia de pensamientos que habría de cambiarlo todo: un concepto ingenioso, eso que jamás se dijo, el «as bajo la manga». Pero ya no queda mucho por hacer y eso nos hace sentir pesadumbre, cierta molestia inexplicable y la inquietud del «ya es demasiado tarde».

Nos rearmamos aquí porque todavía tenemos muchas cosas para contar y muchas maneras de hacerlo. Porque queremos que la última palabra sea compartida entre ustedes y nosotros. Queremos jugar e invitarlos  a participar porque no hay diálogo sin contra parte; tenemos ganas de reconstruir nuestro espacio y el gusto de jugar por jugar.

¿Quién no ha subido saltando peldaños de a dos o se ha deslizado hacia abajo por una baranda?

Queremos escalar nuevas alturas, seguir equivocándonos, descender a cualquier infierno y contarlo.
Queremos evolucionar, volver a empezar girando en una espiral que ascienda o descienda pero que jamás nos devuelva al mismo lugar.

Según la perspectiva de quien observa iremos cuesta arriba o hacia el descenso. Los desafiamos a narrarlo.
Nosotras estamos dispuestas a dejar las huellas. Las transiciones entre los tiempos y los espacios son intrincadas y perniciosas, sobre todo cuando se asumen en el cuerpo y las ilusiones. Pero tenemos el coraje de seguir creyendo y construyendo.


Somos tres mujeres, somos tenaces, tenemos ingenio y, sobre todo, creemos que «demasiado tarde» es el momento de la vida que nunca nos va a gustar.

Somos @Evaysol, @EfectoClara y @Noellee__.