lunes, 16 de diciembre de 2013

La chica que no sabe llorar





La rutina está construida de pequeños rituales. Se repiten uno tras otro, día tras día. Se deslizan silenciosos, encuentran su lugar. Se acomodan. El paso del tiempo les da peso.  Los asienta y los cimenta.
La rutina se convierte en un muro construido ladrillo a ladrillo. Sostiene y estructura. Porque es en la estructura donde se está a salvo. Aunque no haya vestigios de sorpresa. Ni frescura o espontaneidad. Mantenerse impávido es, a veces, una forma de sobrevivir.

Todos los días ella hacía un ritual más dentro del ritual. Un ladrillo que, a su vez, la sostenía. A la misma hora se sentaba frente al televisor y sintonizaba el mismo canal para mirar historias de amor, desengaño y reencuentro. Se emocionaba con otras vidas, se conmovía con tristezas ajenas, lloraba otras lágrimas y hacía suyos muchos dolores ajenos.

Reunía alrededor de aquella hora a toda la empatía del universo. Convocaba a la alteridad. Y al terminar, apagaba el televisor y retomaba su vida donde la había pausado.

No había (desde hacía mucho tiempo) lágrimas por sus frustraciones, sus amores truncos o sus propios desengaños. Ya no lloraba sus pérdidas y sus duelos eran cortos. Nunca fue consciente de que sólo era capaz de llorar ese tiempo que duraban las novelas que veía en la televisión.  
Así resistía sus propias penas,  drenando su dolor de lunes a viernes a las 16 hs.

Y esta es la breve y triste historia de la chica que lloraba por otros porque no sabía llorar por ella.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Soneto al mal humor




El malhumor enfría la madrugada.
La mañana se acerca, presurosa,
para que el sol derrita esa modosa
manera de decir que somos nada


que usa la vida. Cae, cautivada,
el alba ante la lucha más añosa:
la del hombre con su alma pesarosa.
Sigue, entonces, la pasión enojada


hasta que el sol olvida al mediodía.
La noche no consigue mejor suerte.
El cansancio se adosa a la porfía


y la combinación hace más fuerte
a la iracundia. Quizás no haya alegría
para los que descreen de la muerte.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Volvemos





El espíritu —o ingenio, o genio — de la escalera (conocido en francés como L’esprit de l´escalier), son los diferentes nombres para un curioso fenómeno que todos hemos experimentado alguna vez.

Ocurre durante un diálogo —esos que a veces parecen monólogos—; una discusión —esas que a veces parecen perpetuas— donde, de alguna forma, queremos exponer nuestra manera de pensar,  lo que somos, lo que necesitamos, pensamos u opinamos.  Ansiosos, levemente torpes; preocupados más por no perder el hilo ni la coherencia que el argumento, dejamos escapar la respuesta que culminaría la batalla verbal con una estocada.

Cuando la discusión eventualmente termina, o cuando uno se retira, justo en ese instante donde la misma empieza a ser parte del pasado, aparece una secuencia de pensamientos que habría de cambiarlo todo: un concepto ingenioso, eso que jamás se dijo, el «as bajo la manga». Pero ya no queda mucho por hacer y eso nos hace sentir pesadumbre, cierta molestia inexplicable y la inquietud del «ya es demasiado tarde».

Nos rearmamos aquí porque todavía tenemos muchas cosas para contar y muchas maneras de hacerlo. Porque queremos que la última palabra sea compartida entre ustedes y nosotros. Queremos jugar e invitarlos  a participar porque no hay diálogo sin contra parte; tenemos ganas de reconstruir nuestro espacio y el gusto de jugar por jugar.

¿Quién no ha subido saltando peldaños de a dos o se ha deslizado hacia abajo por una baranda?

Queremos escalar nuevas alturas, seguir equivocándonos, descender a cualquier infierno y contarlo.
Queremos evolucionar, volver a empezar girando en una espiral que ascienda o descienda pero que jamás nos devuelva al mismo lugar.

Según la perspectiva de quien observa iremos cuesta arriba o hacia el descenso. Los desafiamos a narrarlo.
Nosotras estamos dispuestas a dejar las huellas. Las transiciones entre los tiempos y los espacios son intrincadas y perniciosas, sobre todo cuando se asumen en el cuerpo y las ilusiones. Pero tenemos el coraje de seguir creyendo y construyendo.


Somos tres mujeres, somos tenaces, tenemos ingenio y, sobre todo, creemos que «demasiado tarde» es el momento de la vida que nunca nos va a gustar.

Somos @Evaysol, @EfectoClara y @Noellee__.